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Santo Domingo de Silos
MONASTERIO
El monasterio, aunque no en su actual configuración, se remonta a la época visigótica (siglo VII),
si bien se desvanece durante la ocupación musulmana.
En el siglo X, llamado aún San Sebastián de Silos,
y en especial durante el periodo en que el conde Fernán González gobierna en Castilla (930-970),
vuelve a resurgir la comunidad monástica alcanzando un pujante actividad
que nuevamente decae bajo las razias de Almanzor.
Desaparecido éste en 1002 y recobrada la serenidad, el monasterio se encuentra arruinado y maltrecho. Cuando en 1041 Domingo, prior del monasterio de San Millán de la Cogolla,
se refugia en Castilla huyendo del rey de Navarra, es bien recibido por el monarca leonés Fernando I
quien le confía la misión de restablecer el antiguo esplendor
y dar nuevo auge al monasterio de Silos puesto bajo la advocación de San Sebastián.
Con el decidido impulso de Santo Domingo como abad del cenobio se erigió la iglesia románica,
magnífico templo de tres naves y cinco ábsides consagrado en 1088 por el abad Fortunio,
el claustro que aún perdura, y el resto de las dependencias monacales.
A la muerte del santo, el monasterio toma su patrocinio y pasa a denominarse Santo Domingo de Silos.
Biblioteca
Botica
Claustro
Iglesia
Museo
Sala de Exposiciones
Hacia 1170, la dama de origen noble Juana de Aza, que estaba encinta,
peregrina a Silos en busca de dirección espiritual.
Su hijo, Domingo de Guzmán será bautizado así en honor del santo patrono de la abadía.
El 17 de noviembre de 1835 la vida monástica de Silos se interrumpe a consecuencia
y efectos de la desamortización de Mendizábal
que implicaron la pérdida por expolio de parte de sus riquezas artísticas y documentales.
Por fin, el 18 de diciembre de 1880 se establece una nueva comunidad de monjes benedictinos
llegados de la abadía francesa de Ligugé, dirigidos por el monje de Solesmes, Ildelfonso Guépin.
En una visita al monasterio, el poeta Gerardo Diego compuso el famoso soneto El ciprés de Silos, considerado como uno de los mejores sonetos de la literatura española.
Hoy es lugar de afluencia de quienes saben apreciar las bellezas de su claustro románico y del canto gregoriano con que se acompañan los oficios religiosos.